Cuando uno se conoce bastante a sí mismo ya sabe muy bien qué le gusta: tiene autores favoritos, géneros de películas preferidos, temáticas favoritas, comidas preferidas, actividades favoritas, sitios de internet preferidos... Y la lista puede seguir.
¿Cómo salir de ese círculo que uno se armó y que le resulta sumamente agradable? Alguién preguntará qué necesidad hay de salir. La respuesta es sencilla: debe haber muchas más cosas que pueden agradarme y que si no les doy una oportunidad nunca lo sabré.
Todo esto lo pensaba el martes y, creyendo que el miércoles sería un día tranquilo, me desafié a hacer diez cosas diferentes a las que suelo hacer. ¿Resultado? Sólo logré cinco actividades distintas porque el día se complicó.
Desayuno en la cama. Maravilloso, pero la actividad diaria está lejos de permitir convertirlo en un placer habitual.
Gimnasia con un video televisivo. Siempre odié el ejercicio, pero esta vez resistí los cuarenta y cinco minutos bastante bien. Sorprendente.
Sol en el balcon. Treinta minutos persiguiendo los escasos rayos de febo. Bastante bueno, aunque con sensación de pérdida de tiempo. Difícil de repetir.
Lectura de un libro de Coetzee bajado de Internet. Había escuchado que era bueno y empecé a leer Desgracia. Muy ameno y con ritmo. Altas posibilidades de ser sumado a autores atractivos.
Película de acción o ciencia-ficción, que jamás hubiera elegido si no me hubiera propuesto variar. "Doce monos" me resultó entretenida. Al menos no me dormí y la vi hasta el final.
Es buena idea probar algo diferente cada día, aunque solo sea un nuevo gusto de helado. No hay como la rutina agradable para hacernos caer en el estancamiento.