jueves, 29 de marzo de 2007

Diez cosas a la vez

Soy "multitask". Hablo por teléfono mientras contesto mails. Corrijo mientras miro televisión y también almuerzo. Leo mientras tomo un baño de inmersión. Y la lista sigue. Las veces que mi teléfono inalámbrico dejó de funcionar entré en pánico. No es para mí eso de sentarse a charlar. Yo hablo (y bastante). Pero mientras, hago de todo. Cocino, cambio el "cuerito" de la canilla, hago la cama, me visto. . .
Y ahora vienen a decirme que:

Diferentes trabajos científicos, publicados y por publicar, ofrecen evidencias de los límites del multitasking ; es decir, la eficiencia que se pierde cuando se realizan varias tareas al mismo tiempo. Los hallazgos, de acuerdo con los neurocientíficos y psicólogos, sugieren que muchas personas harían bien en dejar de lado su comportamiento "multitarea" cuando trabajan, estudian o manejan.

La Nación, 26 de marzo de 2007

Puedo aceptar que la multitarea no resulta a veces la mejor opción. Convengamos que más de una vez, por no perder tiempo, hago tantas cosas juntas que al final entro en una especie de vorágine con resultados no del todo positivos (confundir birome con termómetro, amagar a ponerme desodorante en vez de brillo en el pelo, guardar la yerba en la heladera, etc.).
Las veces que me propuse hacer una sola cosa por vez fracasé estrepitosamente. Me aburro. Así que más allá de lo que digan voy a seguir como hasta ahora porque tan mal no me va.

jueves, 22 de marzo de 2007

Década

Cuando se cambia de década, uno puede hacer dos cosas: entrar en crisis por todo lo que no tiene y llorar por lo que ya no podrá jamás hacer, o serenarse y agradecer a la vida -o a Dios como es mi caso- por todo lo que le ha dado. Opto por lo segundo, para esquivar de todas las formas posibles la tentación de autocompadecerme. Y brindo a mi propia salud por un año más.

domingo, 18 de marzo de 2007

Desborde de libros

Creo que hay dos tipos de personas. Las que leen un libro por vez y no se animan a empezar otro hasta que no llegan a la última página del primero. Y las que son felices con muchos textos sobre su mesa de luz, en los que van avanzando en simultáneo de acuerdo a sus caprichos.
Pertenezco, irremediablemente, a esta última categoría. Por más que me propongo mantener controlada la pila de la lectura en curso, no resisto el placer de empezar un nuevo libro. Y me desbordo. Puedo leer seis o siete textos a la vez. En casos extremos, para mantener la situación bajo control, me prohibo empezar uno nuevo hasta no haber terminado alguno. Una especie de canje.
Se podría pensar que así debo comenzar muchos libros que nunca concluyo. Gravísimo error. Muy pero muy pocos libros han podido con mi fuerza de voluntad y mi decisión para tratar de encontrar el momento en que el texto comienza a valer la pena. Recuerdo solo dos: "La montaña mágica" de Mann y "El castillo" de Kafka. (Secretamente, abrigo la esperanza de que algún día haré un nuevo intento y los terminaré con gusto).

jueves, 8 de marzo de 2007

Duda

¿Estoy yo cada día más intolerante o la gente está cada vez más irrespetuosa?

miércoles, 7 de marzo de 2007

Desafío

Uno se acostumbra a lo cotidiano. Tiene todo bajo control. Disfruta. Y el aburrimiento, en forma imperceptible, empieza a colarse por las rendijas de la rutina. Ya no resulta grata la paz de ayer. Incomoda. Abruma.
Pero un nuevo desafío puede romper con ese hastío. No importa si es un desafío que exige un enorme cambio o uno que que con un poco de esfuerzo se logrará superar. Su sola presencia conmueve y revitaliza.
Yo descubro, una vez más, cuánto me gusta empezar algo nuevo. La energía que demanda lo distinto me sacude, me ayuda a sentirme bien.

jueves, 1 de marzo de 2007

El yo saturado - Kenneth Gergen

Creía que compartía muy poco con el posmodernismo. Por supuesto que lo mío no era el romanticismo, pero sí el modernismo. La idea de progreso y racionalidad me parecían un signo de mi persona. Pero la lectura del esclarecedor texto de Gergen me hizo cambiar de opinión.
El autor sostiene que las nuevas tecnologías nos permiten mantener relaciones directas e indirectas con una enorme cantidad de personas y ello produce una saturación social. Como consecuencia, también aparece una colonización del yo. No voy a hacer aquí una síntesis del libro, que recomiendo leer a todo aquel que busca una análisis preciso de los rasgos de la sociedad posmoderna.
Hoy tengo claro que soy tan posmoderna como cualquiera. Acá dos frases que me ayudaron a entenderme un poco más:

“El intercambio permanente hace que uno termine dedicándose a la cocina siamesa, o desee la jubilación, o promulgue las campañas a favor de la vida pastoral. A través de los demás comenzamos a valorar las harinas integrales, las novelas chilenas o la política comunitaria. (...) Así, a medida que se suman al yo los demás y sus deseos se vuelven nuestros, hay una ampliación de nuestras metas: de nuestros “debo”, nuestros “necesito” y nuestros “quiero”. Eso requiere atención y esfuerzo, y ocasiona frustraciones. Cada nuevo deseo plantea sus propias exigencias y reduce la libertad del individuo”.

“Al manifestar las opiniones uno se percata de que bajo el alero de su conciencia acechan otras voces subterráneas que lanzan un aullido burlón de desaprobación, como ocurriría con el “lobo estepario” de Herman Hesse. Ante este punto y contrapunto permanente (...) uno se da cuenta paulatinamente de que el monumento que había levantado a la objetividad tal vez fuera hueco”.
Kenneth Gergen. "El yo saturado"