Creo que hay dos tipos de personas. Las que leen un libro por vez y no se animan a empezar otro hasta que no llegan a la última página del primero. Y las que son felices con muchos textos sobre su mesa de luz, en los que van avanzando en simultáneo de acuerdo a sus caprichos.
Pertenezco, irremediablemente, a esta última categoría. Por más que me propongo mantener controlada la pila de la lectura en curso, no resisto el placer de empezar un nuevo libro. Y me desbordo. Puedo leer seis o siete textos a la vez. En casos extremos, para mantener la situación bajo control, me prohibo empezar uno nuevo hasta no haber terminado alguno. Una especie de canje.
Se podría pensar que así debo comenzar muchos libros que nunca concluyo. Gravísimo error. Muy pero muy pocos libros han podido con mi fuerza de voluntad y mi decisión para tratar de encontrar el momento en que el texto comienza a valer la pena. Recuerdo solo dos: "La montaña mágica" de Mann y "El castillo" de Kafka. (Secretamente, abrigo la esperanza de que algún día haré un nuevo intento y los terminaré con gusto).
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