Uno se acostumbra a lo cotidiano. Tiene todo bajo control. Disfruta. Y el aburrimiento, en forma imperceptible, empieza a colarse por las rendijas de la rutina. Ya no resulta grata la paz de ayer. Incomoda. Abruma.
Pero un nuevo desafío puede romper con ese hastío. No importa si es un desafío que exige un enorme cambio o uno que que con un poco de esfuerzo se logrará superar. Su sola presencia conmueve y revitaliza.
Yo descubro, una vez más, cuánto me gusta empezar algo nuevo. La energía que demanda lo distinto me sacude, me ayuda a sentirme bien.
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