viernes, 27 de octubre de 2006

Mi ángel existe

En estas épocas escépticas parece insano que uno declare que cree en el ángel de la guarda. Pero yo sí creo. Y no sólo creo, sino que sé que le doy bastante trabajo.
No es que mi ángel ande haciendo grandes cosas -quizás sí, y no llego ni a darme cuenta gracias a su auxillio preventivo- sino que estoy convencida de que me ayuda en todas las pequeñas.
Para algunos serán pavadas, pero yo suelo agradecerle cuando:
  • Encuentro mi lente de contacto, que suele saltar de mi mano hacia lugares insólitos.
  • El único ascensor de mi edificio se encuentra en planta baja, esos días en que esperarlo equivaldría a suplicio.
  • El colectivo que debo tomar aparece justo en el momento en que llego a la parada.
  • Un libro agotado aparece frente a mí en la estantería de una ignota librería.
  • Recuerdo, justito antes de cerrar la puerta, de que me olvidaba algún elemento imprescindible para el buen desarrollo de mi día.
  • Un botón de mi blazer exige ser cosido, por lo cual retraso mi salida y evito ser víctima de un asalto.

Algunos dirán casualidades. ¿No es más bello pensar en mi ángel?

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