Tenía a upa a una nena que temblaba por el ruido de los cohetes y de los fuegos artificiales, e intentaba consolarla contándole no sé qué historia.
Entonces apareció ella, miró lo que ocurría y me dijo muy seria: "Vos siempre nos hacés reír a todos".
Con sus seis años, fue sincera y descubrió la marca de mi vida.
Fue el primer halago recibido transcurridos los primeros minutos del año. No imagino uno mejor, ni más sincero.
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