miércoles, 10 de septiembre de 2008

Ironías de las ironías

Contenta estaba yo con mi escrito. Era original, simpático y cerraba bien. Era una forma creativa de contar cosas ya bastante repetidas. Lo mandé por mail. Las respuestas inmediatas mostraban que pocos lo entendían y la mayoría lo interpretaba mal. Entonces otro mail para explicar lo que para mí era una obviedad.
Conozco las reglas para lograr una comunicación eficaz y suelo cumplirlas. Pero creo que en este, como en otros casos, los motivos de la confusión fueron dos:
1. La gente no lee todo el texto y se queda con las primeras palabras.
2. La gente no entiende las ironías y queda atrapada en lo literal de los términos.
Las dos cosas son preocupantes, pero me alarma más la segunda: la ironía requiere que el receptor (lector u oyente) tenga cierto nivel intelectual, cierto vuelo, para volverse casi un cómplice del emisor. Y yo, que suelo jugar con la ironía, me encuentro cada vez con más seres que me miran azorados y me preguntan "¿En serio lo dice?" "Obvio que no. Es en sentido irónico", debo decir con el gesto más políticamente correcto que puede hacer mi cara.Y eso que soy solo irónica, porque si fuera sarcástica...

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