El único aplauso provino de aquellos con quienes más pelié. Será que, aún en la pelea, hubo cierto grado de contacto, de relación, que con otros no logré.
Lo más recordable (y gratificante): un alumno que el último día me regaló su novela (que por supuesto leeré).
Pero no es que no supieron festejar conmigo. No supieron festejar entre ellos. No disfrutaron el último día de cursada. Nadie llevó torta. Nadie se sacó fotos. Nadie pidió unas palabras... Nadie. Nada.
Y la sensación de un ¿Para qué? quedó flotando.
Y además reprobar gente con la sensación de que la Justicia a veces está lejos de la Bondad ( y que la gente siempre cree en mi Bondad)
Y el dolor de cabeza al llegar a mi casa.
Y dormir una hora para curarme.
Y ¿dónde quedó la adicta al optimismo?
Mañana, seguramente renacerá.