Una buena novela es aquella que a las veinte o treinta páginas se inmiscuye en mi propia existencia. 
Aquella en la que siento a sus personajes como reales, sin importar tiempo y espacio en el que se ubican. 
Aquella que me hace padecer los conflictos que presenta y vivir en la época que relata.
Y si la historia se mete sin pedir permiso en mis sueños, sé que el libro de verdad me atrapó, aunque racionalmente lo desprecie por ínfimo. 
 
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