A pesar de ser optimista por naturaleza, siempre descubro que la idea de una sensación térmica de 40 grados centígrados es peor que la realidad.
Cuando, a pesar de todo lo que dice la radio y la televisión, me animo a transitar por el asfalto de Buenos Aires con esos grados, descubro que es más tolerable que lo imaginado. Por supuesto, siempre por la vereda de la sombra y con ganas de que el calor no pueda conmigo.