Workaholic

¡Cuánto me cuesta darme permiso para divertirme y para descansar! Cada vez que empiezo a concederme "recreos", me invade la culpa o el deseo irrefenable de seguir trabajando.

Ingrata tarea

Me pregunto porqué insisto en hacer que escriban ensayos personas que demuestran que no tienen capacidad de poner tres palabras juntas de manera coherente.

Y me pregunto porqué corrijo con tanto cuidado, como si cada una de mis aclaraciones fuera a ser leída con toda atención

Todo esto me lo cuestiono mientras el pilón de inmaculados trabajos de mis alumnos se va tiñendo del rojo de mi lapicera.

"La verdad es que todavía crees que con eso podrás hacer una diferencia en ellos y lograr que mejoren, al menos su capacidad de expresión. Sos una optimista, aún en estas circunstancias", me dice mi voz interior.

Es que, ¿quién sabe?. Tal vez tenga la suerte del profesor de "Educando a Rita", que logra transformar un "espécimen" aparentemente ineducable. Sin embargo hay una enorme diferencia: las limitaciones culturales de Rita tenían como contrapartida un enorme tesón y deseos de aprender. Mis alumnos tienen una formación cultural mediocre a ojos de mi generación, pero que se puede calificar como elevada si se la compara con sus pares. El problema es que no veo en ellos ni una pizca de deseos de mejorar.

Lecturas de otoño

Dos libros sobre escritores:

"Elizabeth Costello" de Coetzee, J. M. La historia de una escritora devenida en conferenciante.

"El club Dante" de Matthew Pearl. La historia de un grupo de escritores que eligen ser traductores, y terminan como seudodetectives.

Me enorgullezco de:

• No enviar jamás (jamás, en serio) una cadena de mail.
• No gritar nunca "Ascensor" y sacudir la puerta frenéticamente cuando alguien lo dejó mal cerrado en otro piso.